Braga

Braga (Bracara Augusta) fue fundada por los romanos en el año 27 a.C., convirtiéndose en la capital de la provincia romana da Gallecia en el siglo III. Fue conquistada por los Suevos que la hicieron capital de su reino en el siglo V. El primer rey del Estado Suevo-Bracarense fue Hermerico. Más tarde fue conquistada por los Visigodos, época en la que ya era un importante centro religioso. Entre los siglos VIII y X fue invadida por los árabes, siendo totalmente destruida. En el siglo XI resurge a la sombra de la catedral y del poder de los arzobispos, auténticos señores de Braga.

En 1494 se editó en el taller de João Gherlinc el primer breviario bracarense impreso. En el siglo XVI un humanista y auténtico príncipe del Renacimiento, D. Diogo de Sousa, arzobispo de Braga entre 1505 a 1532, emprende la profunda transformación de la vieja ciudad medieval (con 24 calles y 800 viviendas), tanto en el urbanismo como en la cultura. Enriquece la Catedral con un majestuoso ábside; abre calles y plazas dentro y fuera de las murallas (Campo da Vinha, Carvalheiras, Hortas Remédios), funda el Hospital de S. Marcos y llena Braga de fuentes y de esculturas. Abre la gran alameda llamada Campo de Santa Ana, hoy Avenida Central. Pero también es en esta época cuando se acentúan las características eminentemente religiosas de Braga, a través de la fundación de innumerables monasterios, conventos (S. Frutuoso, Remedios, S. Pablo, Pópulo, Salvador,…), colegios, seminarios, cofradías, etc. Y es esta evolución la que condiciona fuertemente la mentalidad y forma de vida de los habitantes de Braga.

Al inicio del siglo XVIII Braga aparece como una ciudad piadosa, cerrada, vuelta hacia sí misma, protegida por las celosías que, surgidas en las casas religiosas, rápidamente se extienden por todo el conjunto urbano.

En el siglo XVIII la ciudad se reconoce en un estilo arquitectónico – el barroco – que la marca profundamente. En esta época surge el personaje que se puede considerar el mayor genio del arte bracarense, André Soares. A él se deben, entre otras obras, la Casa da Câmara, el Palacete do Raio y la Igreja dos Congregados.

A inicios del siglo XIX Braga centralizaba una parte importante del comercio de la zona rural que dominaba. Es en esta época cuando se inicia un proceso de despersonalización y destrucción de su centro histórico. A ello contribuyen, por un lado, las invasiones francesas y las luchas liberales, que afectarán duramente a Braga con un largo historial de robos, saqueos y destrucciones; por otro, los intentos de “modernizar” la ciudad conducirán a la destrucción de importantes monumentos y a la casi total desfiguración de la ciudad medieval y barroca. Esta destrucción, que se prolonga hasta nuestros días, contrasta con el desarrollo y el incremento de la importancia de Braga, verdadero corazón de la región de Minho.